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En la ciudad ucraniana de Mikoláiv, los civiles viven con el miedo en el cuerpo. Situada al sur del país, en sus calles se respira la línea del frente, a menos de 100 kilómetros de Jersón, una de las zonas ocupadas por el Ejército ruso. Acaban de dar las cuatro de la madrugada cuando escuchamos una explosión. Pocos minutos más tarde, las alarmas antiaéreas, y luego, más explosiones, más cerca. En el hotel, que está cerca del centro, algunos huéspedes deciden ir al refugio. Son apenas unos metros a pie. En otras ciudades, las sirenas también suenan pero no hay lugar donde esconderse. Natalia Li…